La mujer ha sido, es y será un tema
recurrente en la poesía. Los poetas a menudo encuentran a su musa en
las mujeres de las que se enamoran, y la idealizan o le expresan su
amor a partir de sus versos. En esta entrada vamos a hacer un pequeño
recorrido por las mujeres que aparecen en algunos poemas que podréis
encontrar en el libro “Poesía española del siglo XVIII”, de la
edición de Rogelio Reyes, de Cátedra.
Estando reciente una poesía tan
importante como es la de los Siglos de Oro, podemos encontrar
poemas que recuerdan la delicadeza y el idealismo de Garcilaso, pero
también la parodia burlesca de personajes como Góngora o Quevedo.
En primer lugar, resalta, como ya he
mencionado, el hecho de que todavía se idealiza a la mujer en muchos
poemas. En el Idilio VI a Galatea, de
Gaspar Melchor de Jovellanos, vemos a la musa del poeta, una mujer
sevillana, convertida en toda una diosa de la belleza por la que él
suspira, aunque con ese punto de altivez que impide un romance con
ella.
Veo que en tus mejillas
la rosa bermeja,
y el clavel purpúreo
tus labios son afrenta.
Juegan sobre tu boca
las risas halagüeñas,
y en el ebúrneo pecho
la cándida azucena
derrama su blancura.
En A
una muchacha llorando por Ebn Al Rumí, los ojos azules de la
joven nos recuerdan a la Dona angelicata de Garcilaso; una muchacha
que no derrama lágrimas, sino perlas preciosas, como una flor del
huerto que deja caer por sus hojas el rocío de la mañana.
Aunque
muchos poemas van dirigidos a mujeres anónimas, encontramos que
algunos de estos tienen destinatarias, como Galatea en el
poema de Gaspar; Dorisa en el escrito de Nicolás Fernández de
Moratín (A los ojos de Dorisa); o Laura en Un amante al
partir su amada, de Nicasio Álvarez de Cienfuegos. Este último
habla de la separación entre dos enamorados, en el que el poeta se siente
desdichado por un amor correspondido, pero perdido.
Un
tema muy recurrente tanto en este poema como en los comentados hasta
ahora es el de los ojos. El autor dice: <<mis ojos para siempre
la han perdido>>. Cree en el amor de ella hasta que la pierde
de vista; es entonces cuando empieza a dudar y a preguntarse si será
igual que las demás, para finalmente volver a creer en sus
sentimientos sinceros.
Es
curioso el contraste brusco que encontramos en este poema en el que
tan pronto está idealizando a su amante como despreciando a las
mujeres en general. El poeta cree que las mujeres son <<fáciles,
caprichosas, inconstantes, y su amor es vanidad>>, <<tan
prontas al querer como al olvido>>. Sin embargo, el amor lo
hace ciego, y pone a Laura en un altar tan alto que llega a
compararla con las mismas diosas, es decir, la perfección.
El
Arte de las putas de Nicolás Fernández de Moratín, no se
puede decir que se dé el tema de la degradación de la mujer, porque
el escritor no hace ningún comentario ofensivo, al contrario. Tal y
como dice el propio título, piensa que la profesión de estas
mujeres es un arte porque es algo natural del ser humano por mucho
que se intente reprimir. Algo interesante de este poema, es que al
principio hace una invocación a la diosa, tan común en la
literatura clásica, como podemos ver en la Iliada de Homero. En este
caso, canta a la diosa del amor, Venus.
Por
último, quisiera comentar el uso de la mitología en estos poemas,
algo que también se utilizaba mucho en los Siglos de Oro. Ya en el
poema de Jovellanos, veíamos que el autor utilizaba el nombre de una
ninfa para hablar de su amada. Además, acabamos de ver que Moratín
usaba incluso una invocación a la diosa Venus. En Acteón y Diana
de José Antonio Porcel, encontramos una parodia de tipo
gongorino de un mito que en manos de Garcilaso podría haber sido
algo bello y enaltecido, pero que escrito con estas intenciones
burlescas, más que suspiros nos saca risas. Al descubrir Diana que
no solo ha sido vista desnuda, sino que además Acteón tiene una
actitud chulesca y burlona (cosa que no pasa de ninguna manera en el
mito), la diosa lo convierte en un ciervo que es devorado por sus
propios perros. Para finalizar, el autor hace un par de comentarios
jocosos tanto del hombre como de la mujer, asegurando que el primero
es un bobo al dejarse hipnotizar por la hermosura de las féminas; y que
la segunda deja al hombre pobre, bruto y cornudo cuando lo enamora.
Virginia Jiménez Delgado
Me parece un comentario muy atinado de la poesía del XVIII, que se considera como un puente muy complejo entre la poesía de los Siglos de Oro y la del XIX, por como bien mencionas, la diversa gama de sentimientos e incluso el humor que termina repercutiendo en las vueltas del lenguaje de cada verso.
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