lunes, 31 de marzo de 2014

La mujer en la poesía del siglo XVIII

En esta entrada trataremos el tema de la mujer en la poesía, que siempre ha sido un tema recurrente. En este caso veremos la mujer que aparece retratada en algunos poemas pertenecientes al libro de “Poesía española del siglo XVIII”, editado por Rogelio Reyes, de la editorial Cátedra.

Quiero comenzar poniendo de relieve que debido a las complicaciones a la hora de establecer una cronología en las épocas literarias, no podemos a veces poner unos límites muy claros a estas, además siempre suele haber distintas opiniones entre los entendidos en la materia. Es por eso por lo que no podemos a veces entender la literatura de una época sin conocer las anteriores, ya que es algo que se encuentra en continua evolución. En este caso, podemos observar como algunos de estos poemas en los que aparece la mujer tienen cierto parecido con la poesía del siglo de oro, en la que aparece la mujer idealizada como en Garcilaso, o a la que se satiriza como en la poesía de Góngora o Quevedo.

En este caso en El Idilio VI a Galatea, de Jovellanos, en la que el poeta ensalza y idealiza a su musa:
Veo que en tus mejillas
la rosa bermejea,
y del clavel purpúreo
tus labios son afrenta.
Juegan sobre tu boca
las risas halagüeñas,
y en el ebúrneo pecho
la cándida azucena
derrama su blancura.

Podríamos compararlo con el soneto XXIII de Garcilaso de la Vega:
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

También temáticamente, alguno de los poemas como son el de Nicasio Álvarez de Cienfuegos, Un amante al partir su amada, o el el de José Marchena, Heloísa a Abelardo, podríamos equipararlos a las jarchas, o las cantigas de amigo pertenecientes a la literatura medieval.

En el poema de Nicasio Álvarez de Cienfuegos el hombre está quejoso de la partida de la amada, porque no volverá a verla, aunque en algún momento también es cierto que habla mal de las mujeres en general, podríamos ponerlo a la altura de las cantigas de amor galaico-portuguesas, en las que un hombre se queja del desprecio de su amada. El sentido del amor de estos poemas es el amor provenzal, el poeta es el súbdito de la dama. El poeta llora, gime, enloquece o muere por esta mujer.
Y yo entretanto de mi Laura ausente
en soledad desesperada lloro
y lloraré sin fin. Si yo la adoro,
En el poema de José Marchena, Heloísa, aparece como emisora de una súplica a su amado, Abelardo, para que regrese junto a ella. Tema que aparece mucho en las jarchas y en las cantigas de amigo galaico-portuguesas, en las que una mujer enamorada,  que manifesta su pena por la ausencia, tardanza o infidelidad de su amado. Son poemas de queja.  A veces la amada se dirige directamente al amado. Aunque en este caso Heloísa ha hecho sus votos ante Dios.
Lejos de ti, mi dulce amor, y lejos
del mundo y del placer, eterno llóro
¡mísera! Me consume: en él sumida
me halla la Aurora, en él la oscura noche.
Huye de mí el descanso; horribles sombras
mi sueño cercan de temor helado.
[…]
Vuelve, Abelardo, a mí, vuelve; en tus brazos

En conclusión, el tema de la mujer en la poesía aparece a lo largo de la historia de la literatura, y es un tema que no deja de utilizarse por mucho tiempo que pase, y  como hemos podido ver en este caso, la poesía del siglo XVIII en la que aparece la mujer, se nutre muchas veces de la poesía de periodos anteriores.

                                                                                                                                     Rita Bonnín Forteza

miércoles, 26 de marzo de 2014

La mujer en la poesia del XVIII



Desde siempre, se sabe que la poesía del siglo XVIII tuvo una gran influencia en el mundo literario. Dentro de los poemas de esta época, podemos apreciar que aparecen muchos temas, pero particularmente, él de la mujer. Ella supone una fuente de inspiración para los poetas. De esta manera la poesía puede convertirse en una declaración de amor para los autores, ayudando a su vez a expresar sus sentimientos hacia ellas. Estos conceptos los podremos ver a continuación en algunos de los poemas siguientes, los cuales han sido extraídos del libro “Poesía española del siglo XVIII”, de la edición de Rogelio Reyes de Cátedra.


El primer poema que he elegido se titula Idilio VI a Galatea, y vemos que el autor Gaspar Melchor de Jovellanos, hace un retrato positivo de la mujer exponiendo su belleza. Su poema va dirigido solamente a su musa Galatea, de la cual se inspira para expresar sus sentimientos. Por lo que vemos como es la figura de la mujer, el tema principal de este poema y que es el motivo de su escritura.

Aparece también el tema de la mujer en el poema de Nicasio Álvarez de Cienfuegos, titulado Un amante al partir su amada. Sin embargo, hay un tono diferente del poema anterior, ya que el poeta se muestra desilusionado al ver como su amada parte apenada y sin poder estar juntos. Sería como un amor ideal pero imposible, lo cual quiere decir que el amor no triunfa. A pesar de esto, vemos que el autor se dirige también directamente a su amor, como podemos observar en el poema cuando el poeta menciona continuamente el nombre de su amada.

El último poema que he seleccionado es muy breve, se llama A una muchacha llorando por Ebn Al Rumí. En este poema, el autor relaciona la imagen de la mujer cuando llora con la semejanza de una flor tras caerle el rocío. Describiendo la figura de su amada como "su flor", que aún con lágrimas en sus ojos se ve hermosa.
Cual la viola del huerto,
cuyas süaves hojas
brillan con el rocío
que derrama la aurora,
parece la flor mía,
cuando a la angustia brotan
de sus ojos azules
mil perlas deliciosas.

Finalmente, los poemas del siglo XVIII se centran mayormente en la figura de la mujer, como hemos visto anteriormente. Cada poeta habla de la mujer adorada según le conviene, ya puede declararle sus sentimientos, admirarla o desearla. La mujer sigue siendo uno de los mitos para los poetas, y será siempre una fuente de inspiración y motivación para ellos. Ella es un símbolo muy importante y caracterizado en el siglo XVIII.

Anne Deguines

En Poesía española del siglo XVIII de Rogelio Reyes, destacamos una poesía lírica amorosa en los poemas Idilio VI de Jovellanos, Oda a los ojos de Dorisa de Fernando de Moratín y Un amante al partir su amada de Nicolás Álvarez de Cienfuegos. En estos poemas, nos vamos a concentrar sobre la representación de la mujer en el siglo XVIII.  Los temas recurrentes son el amor y la alabanza a la mujer bella que ama el poeta. La mujer es idealizada y aparece como una diosa y una musa. Los poetas se concentran en la descripción de una parte del cuerpo, que es el rostro, y se enamoran a través de los ojos de la dama. Los poemas son muy expresivos, lleno de lirismo y a la vez dividido entre la alegría y el dolor de la pérdida de la mujer.  Todo está concentrado en la mirada que fascina pero también aprisiona. En cuanto al estilo,  utilizan fórmulas exclamativas para expresar sus  emociones (felicidad, ira, exaltación, pena)  y frases retóricas ya que el poeta se dirige a una mujer que no le va a corresponder. También, recurren a muchas hipérboles, aparece la importancia de la naturaleza que es deificada y hacen referencias mitológicas. Otro punto común de los poemas que vamos a comentar seria la reacción del poeta al ver a la mujer: uno se queda mudo cuando el otro se atemoriza. Para los poetas, es la ocasión de celebrar la belleza y expresar sus sentimientos.
En primer lugar, en el poema  Idilio VI del poeta cordobés neoclasicista Jovellanos, imita a los poetas clasicistas italianos del siglo XVI. Al igual que Góngora del que se inspiró,  en sus poemas utiliza metáforas, lexemas y formulas retoricas.  La belleza se defiende por la sensibilidad y la subjetividad del autor, llegando así a una individualidad. En este poema, exalta la hermosura de la ninfa Galatea al despertarse. Sublima la ninfa al describir cada parte de su rostro con detalle: su frente “hermosa brilla”, sus cejas “negras”, el poeta expresa sus sentimientos: está enamorado de ella, no puede dejar de contemplar sus ojos que despierta en él una pasión ardiente: “absorta el alma mía” y “mis ojos  inflamados”. Sin embargo, el amor no es correspondido, ella es “cruda”. Retoma el mito de Anajárete, como en el poema de Garcilaso Oda a la flor Gnido. Jovellanos compara a la Galatea a la que le dedica los versos con la fría Anajárete, ya que su actitud es similar a la de la doncella del mito que se la convirtió en piedra.
En segundo lugar, en Oda a los ojos de Dorisa, de Fernando de Moratín, cuando el poeta cruza la mirada con la mujer, se le apreció el amor. Tuvo que someterse a su amor
“Quiso que al yugo
la cerviz rinda”
Se acordó muy bien aquella mañana iluminada porque cuando la ve se enamora de ella. Esta naturaleza revive, se colora, se perfuma. Cuando uno está enamorado, el amor transforma la vida. Todo lo que se ve y se escucha se vuelve en belleza. Hace referencia a Júpiter, las “centellas” le deslumbra por este amor.

“una mañana,
cuando ilumina
Febo los prados
que abril matiza.
Vi que con nuevas
flores se pinta
el suelo fértil,
la cumbre fría;
los arroyuelos
libres salpican,
sonando roncos,
la verde orilla.
Gratos aromas
el viento espira,
cantan amores
las avecillas »
Pero el poeta sufre porque el amor no es correspondido. Se dirige tanto a la dama como a sus ojos.  Le dice que si con un poco de suerte sus versos son reconocidos, el poeta la seguirá hasta el infinito, permitirán a la dama rendirla eterna y el amor que tiene por ella dará envidia al mundo entero.  
« Piedad, hermosas
lumbres divinas,
de quien amante
os solemniza.
Y si a mi verso
la suerte amiga
da, que en el mundo
durable exista,
aplauso eterno
haré que os siga,
y en otros siglos
daréis envidia.”
Y por último, en Un amante al partir su dama de Cienfuegos, es la despedida de Laura. El poeta suplica a los caballos de pararse para ver una vez más sus ojos y como la mujer tarda en inclinarse hacia la ventana, le insulta de ingrata. Es un poeta lloroso, dolorido por la ausencia de su amante que se ha ido por otro. Le queda nada más que el camino funesto por lo cual el carril ha pasado llevando a la dama. Esta con pena, infeliz y vuelve a lugares como el “prado”, que conoció para expresar su dolor y para acordarse de ella. Le ama con un amor sincero y le advierte de que los hombres son “falsos, pérfidos, traidores”. De nuevo, aparece la imitación de la naturaleza  que es testigo de su desesperanza y ve a la mujer hermosa que él no puede ver.

Sarah Dzair 

martes, 25 de marzo de 2014

La mujer en poemas del siglo XVIII




La mujer ha sido, es y será un tema recurrente en la poesía. Los poetas a menudo encuentran a su musa en las mujeres de las que se enamoran, y la idealizan o le expresan su amor a partir de sus versos. En esta entrada vamos a hacer un pequeño recorrido por las mujeres que aparecen en algunos poemas que podréis encontrar en el libro “Poesía española del siglo XVIII”, de la edición de Rogelio Reyes, de Cátedra.


Estando reciente una poesía tan importante como es la de los Siglos de Oro, podemos encontrar poemas que recuerdan la delicadeza y el idealismo de Garcilaso, pero también la parodia burlesca de personajes como Góngora o Quevedo.

En primer lugar, resalta, como ya he mencionado, el hecho de que todavía se idealiza a la mujer en muchos poemas. En el Idilio VI a Galatea, de Gaspar Melchor de Jovellanos, vemos a la musa del poeta, una mujer sevillana, convertida en toda una diosa de la belleza por la que él suspira, aunque con ese punto de altivez que impide un romance con ella.



Veo que en tus mejillas

la rosa bermeja,

y el clavel purpúreo

tus labios son afrenta.

Juegan sobre tu boca

las risas halagüeñas,

y en el ebúrneo pecho

la cándida azucena

derrama su blancura.



En A una muchacha llorando por Ebn Al Rumí, los ojos azules de la joven nos recuerdan a la Dona angelicata de Garcilaso; una muchacha que no derrama lágrimas, sino perlas preciosas, como una flor del huerto que deja caer por sus hojas el rocío de la mañana.


Aunque muchos poemas van dirigidos a mujeres anónimas, encontramos que algunos de estos tienen destinatarias, como Galatea en el poema de Gaspar; Dorisa en el escrito de Nicolás Fernández de Moratín (A los ojos de Dorisa); o Laura en Un amante al partir su amada, de Nicasio Álvarez de Cienfuegos. Este último habla de la separación entre dos enamorados, en el que el poeta se siente desdichado por un amor correspondido, pero perdido.


Un tema muy recurrente tanto en este poema como en los comentados hasta ahora es el de los ojos. El autor dice: <<mis ojos para siempre la han perdido>>. Cree en el amor de ella hasta que la pierde de vista; es entonces cuando empieza a dudar y a preguntarse si será igual que las demás, para finalmente volver a creer en sus sentimientos sinceros.

Es curioso el contraste brusco que encontramos en este poema en el que tan pronto está idealizando a su amante como despreciando a las mujeres en general. El poeta cree que las mujeres son <<fáciles, caprichosas, inconstantes, y su amor es vanidad>>, <<tan prontas al querer como al olvido>>. Sin embargo, el amor lo hace ciego, y pone a Laura en un altar tan alto que llega a compararla con las mismas diosas, es decir, la perfección.


El Arte de las putas de Nicolás Fernández de Moratín, no se puede decir que se dé el tema de la degradación de la mujer, porque el escritor no hace ningún comentario ofensivo, al contrario. Tal y como dice el propio título, piensa que la profesión de estas mujeres es un arte porque es algo natural del ser humano por mucho que se intente reprimir. Algo interesante de este poema, es que al principio hace una invocación a la diosa, tan común en la literatura clásica, como podemos ver en la Iliada de Homero. En este caso, canta a la diosa del amor, Venus.


Por último, quisiera comentar el uso de la mitología en estos poemas, algo que también se utilizaba mucho en los Siglos de Oro. Ya en el poema de Jovellanos, veíamos que el autor utilizaba el nombre de una ninfa para hablar de su amada. Además, acabamos de ver que Moratín usaba incluso una invocación a la diosa Venus. En Acteón y Diana de José Antonio Porcel, encontramos una parodia de tipo gongorino de un mito que en manos de Garcilaso podría haber sido algo bello y enaltecido, pero que escrito con estas intenciones burlescas, más que suspiros nos saca risas. Al descubrir Diana que no solo ha sido vista desnuda, sino que además Acteón tiene una actitud chulesca y burlona (cosa que no pasa de ninguna manera en el mito), la diosa lo convierte en un ciervo que es devorado por sus propios perros. Para finalizar, el autor hace un par de comentarios jocosos tanto del hombre como de la mujer, asegurando que el primero es un bobo al dejarse hipnotizar por la hermosura de las féminas; y que la segunda deja al hombre pobre, bruto y cornudo cuando lo enamora.
Virginia Jiménez Delgado

lunes, 24 de marzo de 2014

Buenos días, tardes, noches; lo que corresponda en cada caso.

Somos Virginia Jiménez, Rita Bonnín, Anne Deguines y Sarah Dzair, alumnas de Filología hispánica (también clásica las dos primeras), y en este momento, de la asignatura "Literatura española de los siglos XVIII y XIX".

Este blog es una actividad de dicha asignatura, en la que comentaremos el tema de la mujer con más o menos atino en diversos poemas o escritos.

Ante todo, decir que aún estamos aprendiendo, y que no somos ni mucho menos especialistas. Esta será una forma de aprender nosotras y aprender vosotros, que estáis detrás de la pantalla leyendo.

Esperamos que nuestras entradas os parezcan, cuanto menos, interesantes, y que disfrutéis con este pequeño rincón de literatura.

Virginia Jiménez