El poema extenso de El Estudiante de Salamanca de José de
Espronceda retoma el mito del Don Juan y el cuento leyendario de La Dama Blanca de Baden pertenecen a la
corriente literaria del Romanticismo surgido en el siglo XIX. Al comparar estos
dos textos, veamos cuales son las características del género romántico.
Primero, podemos encontrar una ambiente romántico con lugares
tétricos, oscuros, solitarios, la noche, castillos, palacios
donde aparecen fantasmas y espíritus, personajes embozados, duelos, la huida de
los amantes... Todo es movimiento, dinamismo y acción. En cuanto al tiempo, Generalmente,
la obra se sitúa en un pasado histórico
verosímil.
En El Estudiante de Salamanca, la trama se sitúa en Salamanca. A
través de las calles y plazas, la noche
de tinieblas se puebla de voces lúgubres. Se convierte en un juego de “sombras
de horror girando aterradoras”.
« Cruzan tristes calles,
plazas solitarias,
arruinados muros,
donde sus plegarias
en la misteriosa
noche borrascosa,
maldecida bruja
con ronca voz canta,
y de los sepulcros
los muertos levanta.
Y suenan los ecos
de sus pasos huecos
en la soledad;
mientras en silencio
yace la ciudad,
y en lúgubre son
arrulla su sueño
bramando Aquilón. »
Félix mata en duelo a Don Diego, hermano Elvira del que querría vengarse.
« Mas no al
embozado, que aún sangre su espada
destila, el fantasma
terror infundió,
y, el arma en la mano
con fuerza empuñada,
osado a su encuentro
despacio avanzó »
En el segundo texto, la leyenda que
cuenta la baronesa al francés transcurre principalmente durante la noche en varios espacios: primero en el palacio
donde viven los padres del margrave.
Segundo, para curarse de su melancolía, viajó a las « regiones sombrías »
del Norte, y fue hospedado en el castillo de la condesa Olamunda en Dinamarca,
de la cual se enamoró.
Segundo, en ambos textos, destacamos el prototipo de
mujer romántica por su belleza, su pureza, sus ojos lánguidos, su timidez, por
ser llorosa, melancólica, infeliz y enamorada. Ambas padecen de un
desequilibrio mental.
Tercero, en cada texto, los epítetos
enérgicos y los adjetivos que expresan
el horror, el miedo, el mundo fantástico, el entorno misterioso y sepulcral son los ingredientes
románticos más destacados : “lúgubres” “funesto encanto”,
“lámparas fúnebres”, “terror”, “violento
torbellino”, “tumba”, “sepulcral”, “fantasma”, “sombra”…
Otro rasgo del género es que podemos
considerar esos textos como “drama fantástico-religioso”: por los espectros de
los protagonistas. En el desenlace de la obra, Félix de Montemar, un rebelde,
irreverente, ímpetu reta a Dios y no se doblega ante él, sólo vence la muerte.
No se salva porque se niega a arrepentirse, es calificado como “segundo
Lucifer” al final de la composición. Es un héroe satánico porque
se revela contra la divinidad. El rebelde arrogante no puede esperar ningún
cambio del mundo en el que vive, su ansia de libertad choca con la realidad. En
el segundo texto, la condesa Olamunda ha pecado, es una infanticida y al final
se suicidó al igual que el margrave.
Por fin, el desenlace suele trágico: los personajes están
marcados por un destino fatal que no pueden rechazar. Elvira muere de tristeza
porque Félix le abandonó y su espectro
arrastra al infierno a Félix al que se condena por no arrepentirse. En cuanto a
Olamunda, muere por haber matado a sus hijos para poder casarse con el
margrave. Este se suicidio también de dolor por el remordimiento del crimen del
que era inocente.