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Tenemos aquí los versos
con los que se cierra la obra de Don Juan Tenorio, de Zorrilla. En
esta entrada analizaremos el final de este drama romántico.
Después de cinco años
exiliado por su crimen, don Juan vuelve a Sevilla y descubre que la
antigua casa de su padre ha sido convertida en un panteón donde han
sido enterradas las víctimas de su hijo. Allí están las tumbas de
don Luis, don Gonzalo y la misma doña Inés, que murió de tristeza
al verse abandonada por su amado. La sombra de esta se le aparece en
el cementerio para anunciarle que por su amor puro, Dios le ha dado
la oportunidad de salvar a don Juan y llevarle con ella o perderse
con él en el caso de que el amado actúe mal.
Centellas y Avellaneda se
presentan entonces en el panteón y don Juan recupera la compostura,
fingiendo no creer en lo que ha visto y no temer a los fantasmas. Y
como prueba de ello, invita al alma de don Gonzalo a cenar a su casa.
Lo que no se espera el protagonista es que la estatua del susodicho
se va a presentar en su casa para darle un escarmiento. Centellas y
Avellaneda se desmayan al ver aquel acto sobrenatural, y al despertar
piensan que ha sido una burla de don Juan, y este a su vez, no
queriendo creer la verdad, piensa que sus amigos le están tomando el
pelo y los reta a muerte.
A continuación se cambia
de escena, sin poner final a la anterior, por lo que no podemos saber
cuál es el desenlace del duelo. Don Juan se encuentra de nuevo en el
cementerio, donde vuelve a ver la estatua de don Gonzalo rodeado de
espíritus que, según él, están esperando para darle su castigo.
Entonces, don Juan ve pasar su propio ataúd, y se da cuenta de que
está muerto: ha sido asesinado por Centellas. Gonzalo está
dispuesto a llevárselo, pero interviene la sombra de doña Inés que
salva su alma con su amor, y se lo lleva con ella.
Los temas principales de
la obra son el amor, el honor y la religión. Lo más destacado es el
tópico del burlador, un personaje comparado continuamente con el
diablo, que ni cree en los castigos de Dios ni entiende de normas y
lo único que busca es diversión, acrecentando su fama y su honor
con retos, luchas y conquistas.
En este caso, el burlador
llega a caer en su propia trampa enamorándose de su nueva víctima,
doña Inés. Pero como en la historia de Pedro y el lobo, el padre de
su enamorada, conocedor de sus continuas mentiras, no cree en su
arrepentimiento ni aunque se arrodilla ante él. Don Juan, entonces,
mata a don Gonzalo y a don Luis, diciendo que han sido ellos los que
han provocado su perdición, pues él estaba dispuesto a
arrepentirse.
En las últimas escenas,
don Juan parece arrepentido de todo lo que ha hecho, aunque no lo
demuestra delante de sus compañeros, mostrándose arrogante ante la
figura de Dios. Finalmente, pide misericordia cuando ve que su
destino es el infierno, y Dios se apiada de él gracias a doña Inés,
que había dado su alma para salvarlo.
Virginia Jiménez Delgado
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