miércoles, 21 de mayo de 2014



 
 Don Juan Tenorio es un drama romántico publicado en 1844 de Zorilla retoma el mito de Don Juan presente en El burlador de Sevilla de Tirso de Molina.  En estas obras, don Juan es un seductor, un pecador que es capaz de hasta retar a los muertos y al final es condenado por sus pecados. La novedad en la obra de Zorrilla y una de las claves de su éxito es el personaje de doña Inés, ángel de amor que hace posible la salvación de un libertino.  En esta pequeña entrada, vamos a concentrarnos sobre la última de la obra.

En el acto III escena II, se trata de una escena que se acerca al desenlace de la obra con el arrepentimiento de Don Juan: está a punto de estar llevado al infierno por Don Gonzalo pero está salvado por la aparición in extremis de Doña Inés. Las acotaciones recuerdan el ambiente sepulcral típicamente romántico  que intensifica la tensión dramática, presagia de la muerte de don Juan.

Llama al sepulcro del Comendador. Este sepulcro se cambia en una mesa, que parodia horriblemente la mesa en que comieron, en el acto anterior, DON JUAN, CENTELLAS y AVELLANEDA. En vez de las guirnaldas que cogían en pabellones sus manteles, de sus flores y lujoso servicio, culebras, huesos y fuego, etc. (A gusto del pintor.) Encima de esta mesa aparece un plato de ceniza, una copa de fuego y un reloj de arena. Al cambiarse este sepulcro, todos los demás se abren y dejan paso a las osamentas de las personas que se suponen enterradas en ellos, envueltas en sus sudarios. Sombras, espectros y espíritus pueblan el fondo de la escena. La tumba de DOÑA INÉS permanece.)

La tensión dramática de la escena es debida a la relación que se establece con la muerte:

-          El contenido de la cena está vinculado con el mundo del infierno (“ceniza y fuego” pero también el fuego es el de la pasión que ha devorado a Don Juan durante toda su vida y por el cual tiene que morir).

-          La presencia del reloj de arena propone la cuenta atrás de los últimos momentos de la vida del pecador y cuenta el tiempo que le queda antes del desenlace.

La inminencia de la muerte provocó la confesión de un Don Juan sincero y patético y su actitud contrasta con la rigidez de la estatua e incapaz de la menor piedad, una estatua irónica que engaña a Don Juan sobre el sentido de la mano tendida.

 

 (DON JUAN se hinca de rodillas, tendiendo al cielo la mano que le deja libre la ESTATUA. Las sombras, esqueletos, etc., van a abalanzarse sobre él, en cuyo momento se abre la tumba de DOÑA INÉS y aparece ésta.

 

Al final Don Juan se da cuenta del engaño de Don Gonzalo “piedra fingida” y está deseoso aprovechar los últimos momentos que le quedan para pronunciar su profesión de fe “yo santo Dios, creo en ti”.

 

Zorrilla subtitulo su obra como “drama fantástico-religioso” por los espectros del comendador y de doña Inés. Al final don Juan se repente y salva su alma por el amor de un alma pura, la de Doña Inés. Ella es la primera mujer que don Juan ama de verdad y este amor va hacer posible la transformación espiritual del pecador, que de la mano del espectro de doña Inés conseguirá salvarse de la condenación eterna (escena III).

DOÑA INÉS
Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación.
Misterio es que en comprensión
no cabe de criatura,
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a don Juan
al pie de la sepultura.
   Cesad, cantos funerales;

En la última escena,  el desenlace suele ser trágico: los personajes están marcados por un destino fatal que no puede rechazar. Ambos mueren.

martes, 20 de mayo de 2014

La mujer en El estudiante de Salamanca y en La peña de los enamorados


En esta entrada reflexionaremos sobre el tema de la mujer en el Romanticismo a partir de El estudiante de Salamanca, de José de Espronceda, y un cuento romántico: La peña de los enamorados.
Empezando por El estudiante de Salamanca, encontramos un tema recurrente que es el del burlador, que también podemos reconocer en Don Juan Tenorio de Zorrilla, y en La Regenta de Clarín. El burlador suele ser un hombre relativamente joven y apuesto, que no acepta más normas que la suya propia, escéptico en cuanto a Dios y a los seres sobrenaturales y que va construyéndose una larga lista de conquistas. El burlador -Félix de Montemar en este caso- suele ser que se relaciona con lo diabólico y que solo se arrepiente de sus errores una vez que sabe que no tiene más destino que el de la muerte.
 
 

Ahora bien, la mujer que se convierte en el próximo objetivo de Félix de Montemar se llama Elvira, y se describe como una chica ilusa e inocente que cae en las redes del seductor, creyendo en el amor eterno, a pesar de que Félix solo la quiere para pasar el rato. En el texto se insiste en la pureza del amor que ella siente. Se describe el proceso de cómo Elvira se ve presa de la enajenación que es fruto de pasiones que han alborotado su alma.
La mujer, como vemos, es una figura patética que es seducida sin remedio y cae presa de un amor que la va a llevar al desastre. Siempre son mujeres puras de sentimiento y ejemplares.

Veamos ahora el cuento.
La peña de los enamorados, que apareció en la revista Semanario Pintoresco Español, trata la leyenda de por qué la mencionada peña de Granada se llama de esa manera. La historia cuenta que un cristiano y una musulmana huyen por amor, ya que sus religiones no les permiten estar juntos. Pero, cuando el padre de la muchacha los persigue, a sabiendas que su amado morirá y que ella sufrirá por ello, deciden arrojarse juntos desde un peñasco.

Es un cuento muy descriptivo, contado en tercera persona y con un tratamiento temporal cronológico. Vemos que, como en El estudiante de Salamanca, los temas principales (muy comunes en el Romanticismo) son el amor y la religión. En este caso, el amor de la mujer es sinceramente correspondido, y ese final trágico se da de una manera diferente. También ambos mueren, pero lo hacen por amor y por “voluntad propia”. Mientras que en El estudiante de Salamanca, Elvira muere de pena por el abandono de Félix de Montemayor. Nos damos cuenta de que una vez más los sentimientos puros de la joven son los que le llevan al desastre, sin poder alcanzar el final feliz que tanto había anhelado y creído que tendría.

Virginia Jiménez Delgado

Don Juan Tenorio




Clemente Dios, ¡gloria a Ti!
Mañana a los sevillanos
aterrará el creer que a manos
de mis víctimas caí.

Mas es justo; quede aquí
al universo notorio,
que pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
      
es el Dios de la clemencia

el Dios de DON JUAN TENORIO.

 
Tenemos aquí los versos con los que se cierra la obra de Don Juan Tenorio, de Zorrilla. En esta entrada analizaremos el final de este drama romántico.
Después de cinco años exiliado por su crimen, don Juan vuelve a Sevilla y descubre que la antigua casa de su padre ha sido convertida en un panteón donde han sido enterradas las víctimas de su hijo. Allí están las tumbas de don Luis, don Gonzalo y la misma doña Inés, que murió de tristeza al verse abandonada por su amado. La sombra de esta se le aparece en el cementerio para anunciarle que por su amor puro, Dios le ha dado la oportunidad de salvar a don Juan y llevarle con ella o perderse con él en el caso de que el amado actúe mal.




DON JUAN
(Fascinado.)
¡Yo estoy soñando quizás
con las sombras de un Edén!
375


SOMBRA
No; y ve que si piensas bien,
a tu lado me tendrás;
mas si obras mal, causarás
nuestra eterna desventura.
Y medita con cordura
380
que es esta noche, don Juan,
el espacio que nos dan
-244-
para buscar sepultura.

  
Centellas y Avellaneda se presentan entonces en el panteón y don Juan recupera la compostura, fingiendo no creer en lo que ha visto y no temer a los fantasmas. Y como prueba de ello, invita al alma de don Gonzalo a cenar a su casa. Lo que no se espera el protagonista es que la estatua del susodicho se va a presentar en su casa para darle un escarmiento. Centellas y Avellaneda se desmayan al ver aquel acto sobrenatural, y al despertar piensan que ha sido una burla de don Juan, y este a su vez, no queriendo creer la verdad, piensa que sus amigos le están tomando el pelo y los reta a muerte.
A continuación se cambia de escena, sin poner final a la anterior, por lo que no podemos saber cuál es el desenlace del duelo. Don Juan se encuentra de nuevo en el cementerio, donde vuelve a ver la estatua de don Gonzalo rodeado de espíritus que, según él, están esperando para darle su castigo. Entonces, don Juan ve pasar su propio ataúd, y se da cuenta de que está muerto: ha sido asesinado por Centellas. Gonzalo está dispuesto a llevárselo, pero interviene la sombra de doña Inés que salva su alma con su amor, y se lo lleva con ella.
Los temas principales de la obra son el amor, el honor y la religión. Lo más destacado es el tópico del burlador, un personaje comparado continuamente con el diablo, que ni cree en los castigos de Dios ni entiende de normas y lo único que busca es diversión, acrecentando su fama y su honor con retos, luchas y conquistas.
En este caso, el burlador llega a caer en su propia trampa enamorándose de su nueva víctima, doña Inés. Pero como en la historia de Pedro y el lobo, el padre de su enamorada, conocedor de sus continuas mentiras, no cree en su arrepentimiento ni aunque se arrodilla ante él. Don Juan, entonces, mata a don Gonzalo y a don Luis, diciendo que han sido ellos los que han provocado su perdición, pues él estaba dispuesto a arrepentirse.
En las últimas escenas, don Juan parece arrepentido de todo lo que ha hecho, aunque no lo demuestra delante de sus compañeros, mostrándose arrogante ante la figura de Dios. Finalmente, pide misericordia cuando ve que su destino es el infierno, y Dios se apiada de él gracias a doña Inés, que había dado su alma para salvarlo.

Virginia Jiménez Delgado
 

martes, 6 de mayo de 2014

Ponencia: «Goya. Disparates ¿Serviles y liberales?». Juan CARRETE PARRONDO (UNED).


A las 10 de la mañana de este martes día 6 de mayo, tuvo lugar en el Edificio la Constitución de la Facultad de Filosofía y Letras de Cádiz una ponencia de Juan Carrete Parrondo llamada <<Goya. Disparates. ¿Serviles y liberales?>>.

La conferencia trató sobre la interpretación de los Disparates de Goya, algo en lo que a día de hoy todavía no se ponen de acuerdo. Según el diccionario de autoridades, un disparate es algo fuera de razón y de propósito. El señor Juan Carrete propone una hipótesis sobre la interpretación para varios de estos Disparates, que no son otra cosa que grabados que los críticos piensan históricos, carnavalescos, sexuales...
 
Para poder entender esta posible interpretación, hay que tener en cuenta que Goya vivía en una época de represión, donde la Inquisición pidió explicaciones no solo por su colaboración con el rey José I, sino también por las majas. Y aunque el pintor se libró en ambas ocasiones gracias a sus amistades e influencias, es un hombre ya mayor y lleno de temor, pero también de esperanza.

Pinta cuatro obras que no son por encargo (Las disciplinantes, La Inquisición, La casa de locos, y La corrida de toros), además de los numerosos Disparates. Todas estas obras son una denuncia a la sinrazón.
 
En cuanto a los Disparates, los crea entre 1815-1819. Goya quiso llamarles así por la etapa disparatada que estaba viviendo España en el sentido de la sinrazón. En estos grabados podemos encontrar dos grupos antagónicos que se repiten: el bien y el mal, representados por la belleza y la fealdad, lo grotesco. Es una síntesis alegórica de cómo se manifestaba la política. Los Disparates están protagonizadas por el miedo y el terror que gobernaba en España en esos momentos. Esos dos grupos antagónicos de los que hablábamos, el bien y el mal, se ven en dos tipos de personas: los liberales y los serviles respectivamente. Estos últimos, como ya he mencionado, son representados de forma grotesca.
 
Goya graba escenas de serviles ensañándose con los liberales, usando como armas el terror y el miedo, las mentiras..., y aun así, siempre con la esperanza de que el bien triunfe frente al mal.

Los Disparates deben ser interpretados como una continuación de los Caprichos, los Desastres y la Tauromaquia en las que anteriormente había trabajado Goya. El problema de los Disparates es que no conservamos (o quizás no hubo) ningún comentario de la época, y hoy en día nadie ha sabido darle la debida simbología.

En los Disparates adivinamos escenas de burla hacia el absolutismo en forma de espantajo (Disparate conocido); en otras ocasiones encontramos el absolutismo disfrazado de falso gigante o de monstruos que intenta amedrentar a los liberales o a la libertad en forma de mujer (Disparate de miedo y Disparate del rapto del caballo); y otros más alegres como el Disparate femenino, en el que unas hermosas mujeres (liberales) mantean a unos peleles (serviles) con una sábana que tiene grabado el dibujo de un burro, símbolo de la ignorancia que adjudicaba Goya de forma crítica al absolutismo y a los que lo seguían.
 
                                                                                                                     Virginia Jiménez Delgado