Don Juan Tenorio es un drama romántico publicado en 1844 de Zorilla retoma el mito de
Don Juan presente en El burlador de Sevilla de Tirso de Molina. En estas obras, don Juan es
un seductor, un pecador que es capaz de hasta retar a los muertos y al final es
condenado por sus pecados. La novedad en la obra de Zorrilla y una de las
claves de su éxito es el personaje de doña Inés, ángel de amor que hace posible
la salvación de un libertino. En esta
pequeña entrada, vamos a concentrarnos sobre la última de la obra.
En el acto III escena II, se
trata de una escena que se acerca al desenlace de la obra con el
arrepentimiento de Don Juan: está a punto de estar llevado al infierno por Don
Gonzalo pero está salvado por la aparición in extremis de Doña Inés. Las acotaciones
recuerdan el ambiente sepulcral típicamente romántico que intensifica la tensión dramática,
presagia de la muerte de don Juan.
Llama
al sepulcro del Comendador. Este sepulcro se cambia en una mesa, que parodia
horriblemente la mesa en que comieron, en el acto anterior, DON JUAN, CENTELLAS y AVELLANEDA. En vez de
las guirnaldas que cogían en pabellones sus manteles, de sus flores y lujoso
servicio, culebras, huesos y fuego, etc. (A gusto del pintor.) Encima de esta
mesa aparece un plato de ceniza, una copa de fuego y un reloj de arena. Al
cambiarse este sepulcro, todos los demás se abren y dejan paso a las osamentas
de las personas que se suponen enterradas en ellos, envueltas en sus sudarios.
Sombras, espectros y espíritus pueblan el fondo de la escena. La tumba de DOÑA
INÉS permanece.)
La tensión dramática de la escena es debida a
la relación que se establece con la muerte:
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El
contenido de la cena está vinculado con el mundo del infierno (“ceniza y fuego”
pero también el fuego es el de la pasión que ha devorado a Don Juan durante
toda su vida y por el cual tiene que morir).
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La
presencia del reloj de arena propone la cuenta atrás de los últimos momentos de
la vida del pecador y cuenta el tiempo que le queda antes del desenlace.
La inminencia de la
muerte provocó la confesión de un Don Juan sincero y patético y su actitud
contrasta con la rigidez de la estatua e incapaz de la menor piedad, una
estatua irónica que engaña a Don Juan sobre el sentido de la mano tendida.
(DON JUAN se hinca
de rodillas, tendiendo al cielo la mano que le deja libre la ESTATUA. Las sombras, esqueletos, etc., van a
abalanzarse sobre él, en cuyo momento se abre la tumba de DOÑA INÉS y aparece ésta.
Al final Don Juan se da
cuenta del engaño de Don Gonzalo “piedra fingida” y está deseoso aprovechar los
últimos momentos que le quedan para pronunciar su profesión de fe “yo santo
Dios, creo en ti”.
Zorrilla subtitulo su obra como “drama fantástico-religioso” por los
espectros del comendador y de doña Inés. Al final don Juan se repente y salva
su alma por el amor de un alma pura, la de Doña Inés. Ella es la primera mujer que don Juan ama de verdad y
este amor va hacer posible la transformación espiritual del pecador, que
de la mano del espectro de doña Inés conseguirá salvarse de la condenación
eterna (escena III).
DOÑA INÉS
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En la última escena, el desenlace suele ser trágico: los personajes
están marcados por un destino fatal que no puede rechazar. Ambos mueren.